¿Qué es discernir espiritualmente?

El tema del discernimiento espiritual ha estado estrechamente vinculado desde el siglo XVI con la religión cristiana y sus maestros, especialmente San Ignacio de Loyola, el militar y sacerdote español que fundó la Compañía de Jesús.

El discernimiento, desde el punto de vista de la fe cristiana, está vinculado con la búsqueda de la verdad, de la luz, la búsqueda del mejor camino para encontrar a Dios de manera habitual. Es el fin último de los ejercicios propuestos por Ignacio de Loyola en su libro, orientar a las personas para alcanzar el discernimiento.

Quienes ingresaban a la Compañía de Jesús debían realizar los ejercicios espirituales por un periodo de 30 días. Posteriormente, la práctica de estos ejercicios se fue extendiendo también a los fieles laicos, es decir, a quienes eran practicantes de la fe católica pero no eran sacerdotes. Durante la práctica de los ejercicios existe la obligatoriedad de guardar silencio, cada día se leen dos o tres páginas de las instrucciones, se medita a solas sobre su significado, cómo pueden aplicarse en la vida personal y luego sólo pueden comentarse con la persona que sea el guía espiritual, mientras se realizan. Pero también existen versiones más cortas de 3, 7 o 15 días para personas laicas, que sí pueden continuar normalmente con sus actividades cotidianas.

Señala el profesor y teólogo José García de Castro, que en la búsqueda del discernimiento lo fundamental es que una vez alcanzado, esa voluntad divina se manifieste en acciones, se cumpla: “una vez que se busca y halla la voluntad de Dios, se implica la propia voluntad en cumplirla. Es la dialéctica entre el ‘yo’ y el ‘tú’, entre el ‘creador’ y la ‘creatura’, entre el sujeto que busca a Dios y este Dios que es un Dios abierto al misterio del hombre…Por tanto, es posible el discernimiento porque aquí hay dos sujetos que están mutuamente referidos el uno al otro”.

La búsqueda del discernimiento se plantea entonces como una búsqueda interior, espiritual, a través del conocerse, vincularse con la propia interioridad, los propios pensamientos, sentimientos, sueños, todo aquello que conforma la naturaleza humana, como vía para alcanzar la gracia divina, el sentir esa estrecha conexión con el creador. No es un mero ejercicio mental, contempla el sentir, el sentimiento profundo, la alegría que conlleva la búsqueda y el poder lograr el discernimiento

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